sábado, 20 de agosto de 2011

S.S. BENEDICTO XVI. ¿Por qué nos alejamos?


Últimamente estoy demasiado ocupado y están ocurriendo muchos acontecimientos en el mundo y no le puedo dedicar el tiempo de reflexión necesario. Como sabrá, hay momentos  en la vida en los que te quedas aislado y  centrado en un objetivo de vital interés, muchos más importantes para mí que su visita, un partido de fútbol o escuchar a líderes políticos diciendo que son líderes sin serlo.
Me he enterado que S.S. venía a España y gracias a mi apreciado amigo transistor he podido comprobar el revuelo que existe en nuestro país y ,con ello, las polémicas estereotipadas de siempre.
Como a mi me gusta escuchar de todo y debatir con todos-últimamente no he podido-, me gustaría exponerle con una humilde base espiritual los argumentos básicos del éxodo masivo de la creencia de Dios que sufren los jóvenes y no tan jóvenes de esta sociedad, y de la otra también. Esta argumentación tiene una base tan poco científica como la misma de su existencia.
Desde pequeño siempre tuve mucha fe, respeto, pero poco practicante. Mis bautizos y comuniones las realicé con el máximo de ilusión y con el más profundo desconocimiento-pregunten con confianza y sinceridad a sus hijos/as-. A la llegada de la preadolescencia cuando el calor corporal y la curiosidad me vestían de arriba a bajo tuve la valentía de comentar mis actos impuros-6º mandamiento- al confesor con sotana de turno. La razón y el grupo de iguales me hacían reflexionar sobre el ridículo que pasaba ante dicho acto. El tiempo pasó, y me iba dando cuenta que no iba a misa, ni me confesaba, pero seguía rezando por los demás y por mí: exámenes, enfermedades, situaciones conflictivas, por mi familia, por mis amigos y muchas veces por el amor de aquellos tiempos. El tiempo seguía-y sigue- pasando y uno deja de mirarse el ombligo y comienza a analizar lo que ocurre alrededor y las incongruencias existentes en la sociedad:
¿Dónde está Dios?¿Por qué no ejerce?¿Por qué no les ayuda?¿Me habrá ayudado y no me habré dado cuenta?¿Es merito personal o es gracias a Dios o de ambos?¿Tenemos un Dios personal?¿Ficticio o verdadero?¿Porque un Dios no es compatible con otro Dios?
En mi tiempo de bachillerato, de universidad y opositor fui acercándome más al conocimiento científico, pero sin dejar de lado la petición de ayuda a San Judas Tadeo,” si se cumplía daba las gracias y si salía mal pues no iba más”, bastante fariseo por mi parte.
Las leyes de la ciencia me empezaban a decir que había algo que no cuadraba y que no había nada empírico que demostrara tal existencia y de la no existencia. Mis meritos personales o mi superación se ponían en duda si eran propios de mi persona, o por la ayuda de Dios o de ambos.
Veía que las principales guerras o conflictos armados habían sucedido por causas religiosas, entre otras. Contemplaba como personas en el mundo, hipotéticamente llamadas cristianas, actuaban con maldad y crudeza. Observaba que muchos creyentes y practicantes no les llegaba ni la comida ni la bebida a sus bocas y morían por el camino, o les machacaba constantemente las masacres naturales. A medida que la información y la formación  era más amplía todo me parecía más injusto ¿Cómo puede suceder esto? Me planteaba que la vida no iba a ser para algunos lo divertida que parecía, y mira que rezaban.
El colmo fue los avances científicos de las últimas épocas, donde muchos ayudan a salvar vidas, a mejorarlas, a evitar enfermedades y un largo etc. Científicos que  pasan horas y horas en su laboratorio intentando que un futuro te puedas curar de una enfermedad grave o alargar la vida lo mejor posible. ¿Serán ellos pequeños dioses?
 La gota que colmó el vaso fue la desaparición injusta-como casi todas- de una persona especial. ¿Le querría Dios a su lado? Si es así yo también soy egoísta y me hubiera gustado que se hubiera quedado.
“Solo” hace falta dar una vuelta por mundo para analizar si la fe o promulgación cristiana sirve para mejorar el mundo, resolver los problemas o dificultades propias o ajenas. O sí la superación personal, la ciencia, la implicación, la dedicación e integración de las personas lo hacen, entre otras.
Cada persona tiene el derecho a “imaginar” que existe algo, a entregarse, a recibir su respaldo y su guía. Las religiones, cualesquiera que sean, deben de ser respetadas pero siguen alejadas a años luz de las realidades sociales e incongruentes, en muchas ocasiones, con ellas mismas, mientras tanto, seguiré cada día más confundido.

2 comentarios:

  1. Es una pena q con la gran labor social q hace la Iglesia en el tercer mundo la cage prohibiendo el preservativo y sigan contrayendo el SIDA miles d "creyentes".
    P. Alvarado

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  2. Buen artículo Levantera, gracias por publicarlo.

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